Bla bla Land
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Bla bla Land

No es que lo pasara mal. La otra noche no lo pasé mal, casi nunca lo paso mal y siempre encuentro algo bueno hasta en lo más chungo, incluso en lo mediocre, que ya es encontrar. Mi pecado es, como mucho, ser demasiado optimista, a veces iluso, facilón de contentar vaya. Pero no tanto.

Cincuenta años viendo cine musical, viendo cine, te dan el derecho de entrar o no entrar, de no comulgar con ruedas de molino por muy bien envueltas que estén. Y las que me dieron la otra noche ni siquiera están demasiado bien envueltas. ¿Has visto Los paraguas de Cherburgo? ¿Has visto Las señoritas de Rochefort? Jacques Demy, Catherine Deneuve, Françoise Dorléac, Michel Legrand… Corre y ve.

Homenajear me parece bien, referenciar y reverenciar también, pero cuando quieres hacer un guiño a algo y resulta que lo estás mal copiando… Cuando resulta que no hay nada nuevo que puedas incorporar a ese guiño, cuando no hay nada nuevo bajo ese sol saturado de Los Angeles, cuando a la tuerca se le ha pasado la rosca de tanto darle una vuelta más… Desde la música de Justin Hurwitz, -bien planteada, excelentemente ejecutada y con un sonido impecable, todo hay que decirlo-, hasta las coreografías, la fotografía, los decorados, la iluminación o a la dirección, todo recuerda a algo. ¿A qué? No creo que tenga tiempo de diseccionar la pieza hasta ese punto.

¿Pero de verdad que no has visto nada de West Side Story? ¿De verdad que no te ha parecido a ratos una peli musical de Almodóvar? ¿O he sido yo que estoy deseando que el manchego se atreva de una vez con el género? Por la saturación cromática y el diseño de interiores, lo digo. ¿De verdad que no te ha recordado a Un americano en París? Claro que ésta no la ha hecho Vincente Minnelli, ni Ryan Gosling y Emma Stone son Gene Kelly o Leslie Caron (y dios me libre de criticar a los esforzados protagonistas que están estupendos, pero…). ¿Que no has visto Un americano en París? ¿Cuántos años tienes por dios? ¿Ni West Side Story? Me estás dando el día.

¿Tampoco viste esa joyita titulada Todos dicen te quiero? ¿Te acuerdas del baile aéreo que se marcan Goldie Hawn y Woody Allen al pie del Sena? Sexo en Nueva York sí que la habrás visto ¿no? Ya me lo imaginaba. ¿No se te parecen esas cuatro fichas del parchís bailoteando camino del fiestorro californiano a las cuatro grandes librepensadoras de Manhattan? Igual es cosa mía.

Muchos piensan que una película musical es simplemente unas cuantas canciones cantadas y bailadas por un grupo de actores que representan una historia sin demasiada importancia. Muchos de esos están abarrotando hoy las salas en las que se proyecta La La Land (Damien Chazelle, 2016) y hablan muy bien de ella, y le conceden muchos premios y aplauden al final.

Pero no, queridos míos, una película musical debe ser siempre una historia, contada y cantada, pero una historia. Desde Grease a Los Miserables, que son dos cabos bien distantes en la madeja del género, cada uno encierra en su registro un buen argumento. Aquí hay una bonita historia de amor, no lo niego, pero ¿cuántas veces la hemos visto ya? Chico encuentra chica, chico pierde chica… Cantan y bailan un poco, la recupera, la vuelve a perder…

Una película musical, a no ser que se trate de un diálogo cantado, debe tener un tronco principal, un conflicto nuclear, y luego algunas ramificaciones que adoben ese núcleo. ¿Te pongo Cabaret como ejemplo? La historia de Sally Bowles y Bryan Roberts (que en el musical se llama Cliff Bradshaw) se nos sirve aderezada con una serie de personajes de los que bien se podría hacer otra película aparte, porque tienen alma, porque enriquecen el pulso dramático del asunto. Es verdad que a veces esos personajes o situaciones accesorias no importan mucho, ya los sabemos, pero son el vehículo perfecto para añadir una buena canción o una buena actuación. Y sin embargo aquí no encontramos ni lo uno ni lo otro. Porque hay sólo dos buenas actuaciones, las de sus protagonistas, los demás no lo hacen mal porque en realidad no hacen nada, no aportan nada. Y canciones… ¿qué canciones? Dos o tres melodías que se repiten más que como un leitmotiv como un martillo pilón que no deja de autoreferenciarse en cada fotograma.

¡Denos más canciones por favor Mr. Chazelle! Y si es posible intégrelas en la trama, en una trama que hable de algo más que de lo que cuesta conseguir cumplir tus sueños y lo fácil que es que se evaporen cuando ya los has conseguido. Buff, ¿cuántas veces nos habrán contado eso?

Por lo más sagrado te juro que no me quiero convertir en el Boyero de la crítica musicalera, pero es que… Es que llevar un mes oyendo maravillas de un producto que me deja luego tan frío… Presenciar nominaciones y premios por doquier sin de verdad poderlo entender… Sí, me parece bien que los protas estén nominados a todo, el montaje tal vez, el sonido desde luego, pero no mucho más.

Los flamencos lo tienen muy claro y no se complican tanto a la hora de tener que justificar por qué les ha gustado algo o no, porque tiene pellizco, o porque no lo tiene.

Pellizco, mira qué simple. ¡Ahora explica tú ese concepto a los críticos del New York Times!

Y West Side Story lo tiene, y Un americano en Paris lo tiene, y Cabaret lo tiene, y Los Paraguas de Cherburgo, y Cantando bajo la lluvia, y Chicago (con un montón de reservas, pero lo tiene), y Nine lo tiene (con otro montón de reservas, lo sé), y Into the Woods, y Los Miserables, y…

Y si no me pellizcas el alma, ni me erizas el vello, si no enciendes los sueños y me haces cabalgar en la melodía y las imágenes de tu película tres días después de verla (como hicieron en alguna u otra medida las citadas arriba y muchísimas más), perdona pero no me vales. Por muchas estatuillas que impriman en el poster y muchas veces que repitan la palabra “award”, por muchos millones de espectadores que abarroten las salas y aplaudan al final, si no lo siento… lo siento.

Escrito por Ángel de Quinta

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